Hoy, el 15 de julio de 2016, Monseñor Darwin Andino me ordenó de diácono permanente de la diócesis de Santa Rosa de Copán, Honduras, en Cucuyagua, Copán. Un joven fue ordenado presbítero en la misma misa.
Al fin de la Misa ofrecí estas palabras de agradecimiento.
Al fin de la Misa ofrecí estas palabras de agradecimiento.
Hermanas y hermanos: Quiero saludarles con la saludo de San Francisco: ¡Paz y bien!
Hoy es un día especial en la diócesis de Santa Rosa de Copán. Monseñor
Darwin Andino me ha ordenado el primer diácono permanente de la diócesis en
este año centenario de la diócesis.
Ser diácono no es un honor, ni un privilegio, ni un premio, ni un prestigio,
ni un asunto de poder.
Ser diácono es ser llamado a vivir, en una manera profunda, la llamada que
todos hemos recibido en nuestro bautismo: ser incorporados en Cristo – profeta,
sacerdote y rey-servidor. En una manera especial es una llamada a lavarles los
pies de los demás y entregar la vida con Jesús hasta la cruz.
Papa Pablo VI dijo que el diácono es “animador del servicio” de todos los
fieles. Como un signo del Cristo Servidor, el diácono permanente, debe mostrar
en su ministerio en enlace del altar – la mesa del Señor – con la mesa de la
vida cotidiana, especialmente la mesa de los pobres y marginados.
El diácono asiste en el altar en la Eucaristía y por eso estoy llamado a
dar gracias – porque la palabra Eucaristía quiere decir “dar gracias”.
Primeramente quisiera dar gracias a Dios por llamarme, con todas mis
debilidades, de servirle a Él y al
Pueblo de Dios en una manera nueva.
También debo dar gracias a Monseñor Darwin Andino – y a Padre German
Navarro – quienes me invitaron a discernir si Dios me llamaba a ser diácono
permanente. A pesar de no ser digno, me ha llamado.
También, tengo que darle gracias a Monseñor Luis Alfonso Santos que me
aceptó a ayudar en la diócesis y me apoyaba desde mi llegada en 2007. También
le agradezco a Padre Efraín Romero por invitarme de trabajar en la parroquia de
Dulce nombre de Copán.
Gracias a Dios por todos los que me han inspirado a servir a Dios y su
Pueblo, especialmente a los pobres. Mis padres fueran ejemplos de amor al prójimo
y a los necesitados. Varios profesores han sembrado semillas de diaconía en
mí, desde el colegio. Cuando trabajé en la parroquia de Santo Tomás de Aquino
en los Estados Unidos – casi 24 años – encontré muchas personas, especialmente universitarios
y universitarias, que me inspiraron con sus vidas de entrega a los pobres. También
una pareja que sirvió en Bolivia y El Salvador me ha apoyado por su ejemplo y
su consejo.
Aquí en Honduras y en El Salvador he encontrado a muchas personas de fe que
viven una vida de servicio, especialmente en la parroquia de Dulce Nombre de
María; no puedo faltar de darles gracias.
También, quisiera dar gracias a dos comunidades de franciscanas en la
diócesis que me han inspirado y son mi familia - las franciscanas de la Inmaculada,
especialmente Sor Inés y Sor María Jesús; las Franciscanas de la Sagrada Familia,
especialmente Hermanas Nancy, Brenda y Patricia. Su entrega a los pobres me da
fuerza para seguir adelante.
Hay muchas más personas que debo agradecer. Perdóname por no mencionarles a
ustedes.
Entonces, estoy muy agradecido.
Pero no podemos vivir nuestros compromisos bautismales y no puedo vivir mi promesas
diaconales sin la ayuda de Dios y de la Iglesia.
[1]
“Pone de manifiesto la
vinculación que existe entre la mesa del Cuerpo de Cristo y la Mesa de los
pobres”. (Directorio del Diaconado Permanente)
1 comment:
Congratulations John! All the best.
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